La historia que os contamos hoy habla de amistad, amor y convivencia.
Salati es un leopardo que adoptó la familia Brooker, una familia sudafricana dedicada a la rehabilitación de animales. Salati llegó a la reserva cuando era cachorro y nada más entrar en la familia, cayó bien a Tommy, el perro de los Brooker, que también era un cachorro cuando llegó su extraño hermano.
Cualquiera hubiera pensado que la amistad entre un leopardo y un perro era imposible, pero no fue así. Los dos animales conectaron desde el primer momento y ahora que ya son adultos comparten todas las horas del día juntos. Salen a correr, juegan, pasean... En fin, una historia que nos demuestra que los animales no tienen prejuicios y se aceptan tal y como son.
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